En la última década, el sistema financiero global ha pasado de la desmaterialización a la digitalización. Ahora, con el avance de los activos tokenizados, surge una nueva capa: la programabilidad. Más que representar activos en formato digital, la tokenización inserta lógica y reglas directamente en los activos, alterando no solo su forma, sino también su función y sus posibilidades de circulación.
La tokenización de activos financieros está dejando de ser una hipótesis para convertirse en una realidad concreta dentro de la transformación en curso del sistema financiero. Los bancos centrales están probando, de forma estructurada, el uso de monedas digitales e infraestructuras programables, como el DREX en Brasil.
Más allá de digitalizar activos, lo que se está construyendo es una nueva capa de integración: ecosistemas financieros en los que distintas formas de dinero —como monedas del banco central, depósitos tokenizados y e-money— coexisten e interactúan en entornos comunes. En estas plataformas, llamadas ledgers unificados, las liquidaciones ocurren de forma atómica, los contratos se autoejecutan y los costos operativos y de intermediación se reducen significativamente. Se trata de una nueva arquitectura financiera diseñada para ser más eficiente, segura e inclusiva.
Brasil ha sido protagonista en esta construcción con el DREX —no como un producto final, sino como Infraestructura Pública Digital donde el mercado puede construir soluciones. La arquitectura pensada por el Banco Central se basa en capas: el banco central opera las bases, el mercado desarrolla protocolos y servicios, y las fintechs y bancos interactúan con el usuario final. La tokenización, en este caso, es un medio y no un fin: permite crédito rural vía CPRs, simplifica el cumplimiento regulatorio, posibilita la entrega contra pago de vehículos e inmuebles, y reduce el costo de capital al integrar la lógica de mercado directamente en el activo.
Pero los desafíos son grandes. Fragmentación tecnológica, riesgos de liquidez, falta de interoperabilidad e incertidumbres jurídicas todavía amenazan la escalabilidad de estas soluciones. Sin confianza, infraestructura y coordinación regulatoria, la tokenización corre el riesgo de convertirse en otra promesa incumplida.
Aun así, el avance es visible. Plataformas como Orion y GS DAP, la Regulated Liability Network en EE.UU., e iniciativas de fintechs en Brasil muestran que la transformación ya no es teórica. Está siendo construida, en capas, por distintos agentes públicos y privados, conectando tokens, contratos inteligentes y liquidaciones en tiempo real.
La tokenización no es solo una moda. Es rediseñar el sistema financiero para que funcione con mayor transparencia, accesibilidad y eficiencia. Y el DREX, como instrumento público, puede ser el puente entre lo que existe y lo que puede ser —una nueva autopista programable, que se construye bloque a bloque.
Nada de esto ocurrirá de la noche a la mañana. Pero sin duda, después de muchas noches de trabajo.