Los haters del DREX

Toda innovación encuentra resistencia. Siempre ha sido así. Muchas tecnologías que hoy parecen indispensables fueron recibidas con desconfianza al principio —pero con el tiempo, quedó claro que aportaban más eficiencia y practicidad, y quienes se resistieron terminaron teniendo que adaptarse.

Con el DREX no es diferente. Aunque aún esté en fase de pruebas, ya ha acumulado a sus “haters”: personas que, por diversas razones, se oponen a su adopción. Parte de estas discusiones ocurre en redes sociales, eventos o grupos del sector, y creo que los críticos del DREX suelen encajar en cuatro perfiles distintos.

El primer grupo es el de los maximalistas del DeFi. Son personas que conocen bien el universo cripto y defienden un modelo de finanzas totalmente descentralizado, sin gobiernos ni bancos centrales. Este grupo ignora que el DREX no pretende sustituir al DeFi. Su objetivo es digitalizar y modernizar la economía tradicional, trayendo más eficiencia, transparencia y posibilidades a un sistema que ya existe y necesita evolucionar. DREX y DeFi no compiten entre sí —tienen propuestas distintas y públicos diferentes. El DREX no impide a nadie usar criptomonedas, solo ofrece una alternativa para quienes quieren operar dentro de un entorno regulado.

El segundo grupo está formado por los que tienen algo que perder. Son actores que lucran con las ineficiencias del sistema actual y que podrían ver reducida su relevancia con la digitalización de los registros financieros. Existen sectores enteros que sobreviven gracias a la burocracia y a intermediarios que ya son obsoletos. Muchos negocios y profesiones se construyeron en torno a etapas que, con el DREX y los contratos inteligentes, pueden automatizarse. Es natural que estos intermediarios se resistan a un sistema que puede volverlos innecesarios. Cuando la tecnología reduce costos y elimina fricciones, siempre hay quien intenta preservar el status quo para proteger sus propios intereses.

El tercer grupo incluye a quienes tienen algo que ocultar. Aquí están quienes prefieren evitar la trazabilidad de grandes transacciones y lo ven como un derecho. Aún existen formas de mover dinero sin dejar rastros claros, ya sea para evadir regulaciones, ocultar patrimonio o actuar en zonas grises del sistema. Para estas personas, el DREX no representa una amenaza directa, pero cualquier avance hacia la digitalización del sistema financiero resulta incómodo.

El cuarto grupo es el de los desinformados. Son personas que aún creen que el DREX va a sustituir el dinero en efectivo o que será una versión digital del Pix. Otros temen que el gobierno empiece a monitorear y controlar cada gasto individual, lo cual no tiene sentido dentro del modelo que se está construyendo. Estas preocupaciones a menudo provienen de información distorsionada que circula en redes sociales y que alimenta la desconfianza. Gran parte de la resistencia al DREX viene de mitos y falta de comprensión sobre sus verdaderos objetivos.

Y por eso, todos estos grupos deberían seguir esta columna.

Quienes conocen el universo cripto y defienden el DeFi deben entender que el DREX y el mundo descentralizado no son opuestos —más tarde o más temprano, esos ecosistemas se encontrarán.

Quienes tienen algo que perder, deberían ver este cambio como una oportunidad para adaptarse. La digitalización financiera ya empezó y, históricamente, quienes supieron reinventarse salieron adelante. Quien entiende el impacto del DREX ahora, tiene más posibilidades de posicionarse mejor en este nuevo escenario.

Quienes tienen algo que ocultar… bueno, quizás mejor que no lean el #SabaDREX.

Y para quienes trabajan en el mercado financiero —ya sea en banca, fintech, pagos, crédito o inversiones— seguir esta evolución no es opcional. Es una necesidad.

Si olvidé algún otro grupo, avísame. Y si conoces a alguien que necesita leer esto, compártelo.